NO A LA CAZA
3 DE FEBRERO DE 2019
M A N I F I E S T O
Hace apenas unos meses, el Estado entero se horrorizó. Uno de esos vídeos
difundidos por las redes sociales nos mostraba en su crudeza la realidad de una montería:
doce perros y un ciervo herido de muerte se despeñaban por un barranco. Desde el otro
lado, un número indeterminado de individuos disfrutaban con el espectáculo, mientras otro
personaje siniestro caminaba despacio hacia el lugar de los hechos con la naturalidad de
quien asiste a lo cotidiano. El micrófono abierto terminaba de dibujar la escena: «La que
está liando el ‘venao’», se escuchaba. Como en cualquier modalidad de maltrato, los
verdugos terminan por convertir en culpable a la víctima.
La respuesta de los cazadores fue inmediata: nadie mejor que ellos saben amar a sus
perros, conservar el medio natural y nadie como ellos para respetar a las que, en un
lenguaje inadmisible en estos días, consideran sus presas. Curiosa forma de afecto que
consiste en mandar a los amigos a la muerte, en contaminar de plomo los espacios comunes
a todos los seres vivos y en disparar desde lejos, sin oportunidad de defensa, a quienes
afirman reverenciar para luego rematarlos a cuchillo cuando caen malheridos.
La Federación Española de Caza recomendó a los suyos que no divulgaran
imágenes de este tipo porque podrían ser malinterpretadas por la sociedad, como si la
escena dejara algún espacio para el libre criterio, e inventó para el caso una historia de
Disney en la que todos los participantes terminaban felices y poco menos que degustando
una coliflor. El mensaje último, el de siempre: se trataba de un caso aislado, un suceso
accidental, que en nada empañaba el impoluto comportamiento de la generalidad del
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gremio.
Poco más tarde, nos conmovía otro cruel episodio. Un tipo enorme golpeaba,
humillaba y disparaba a bocajarro a un zorro mutilado, con total probabilidad por una de las
miles de trampas con las que quienes se autodenominan «grandes defensores» de la vida
salvaje pretenden exterminarlos. Como si se tratara de un alumno que se presenta al examen
con solo una página estudiada y responde con la cantinela aprendida sea cual sea la
pregunta del profesor, otra ración más de lo mismo: otro caso aislado que en nada
representa al colectivo.
Los anteriores, son solo un par de ejemplos de los más mediáticos. Cada semana nos
despertamos con noticias macabras que nos narran el horror del hallazgo de algún o algunos
perros tiroteados o ahorcados en un árbol como parece ordenar su criminal rito. Más casos
aislados, para los integrantes del sector cinegético.
Según la estadística oficial elaborada anualmente por el Gobierno, solo en 2015,
esos casos aislados provocaron el asesinato legal de 20.922.143 individuos de las más
diversas especies, desde córvidos hasta ciervos pasando por zorros, por lobos o por
muflones. A ese hiriente cifra debemos añadir las procedentes de prácticas furtivas, por
razones obvias ajenas a la estadística, los incontables perros que corrieron la misma suerte
que los del vídeo o los 50.000 que según los datos más fiables se abandonan cada año en
campos, montes y carretera; también los hurones, las aves de cetrería y quienes por caber,
según comunidades, en esa infame denominación de «alimañas» ni siquiera cuentan para
los informes. Esas son las víctimas de la caza.
La práctica cinegética no es una tradición, no es parte de nuestra cultura, no es un
deporte, no es un modo de disfrutar la naturaleza ni supone la defensa del mundo rural. La
caza, hoy, es el ejercicio legal de la psicopatía, matar por matar, y un negocio que según sus
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propios números factura al año más de 3.635 millones de euros a costa del sufrimiento
animal.
En fecha tan simbólica, en la que el fin de temporada marca el principio del
tormento anual de los galgos, desde la defensa de las víctimas y desde la conservación de
un medio natural que corresponde en usufructo a cuantos habitan el planeta, exigimos a
quienes desde cualquier ámbito dispongan o puedan disponer del poder para ello un claro
posicionamiento y la adopción de las medidas necesarias para que el exterminio sistemático
de la vida se convierta en un lúgubre recuerdo del pasado.
Con o sin perro, con o sin armas: NO A LA CAZA.
Plataforma NAC, a 3 de febrero de 2019